Las historias aquí contenidas, si bien evocan formas y temas que se antojan familiares (un ensayo etnográfico, un cuento policiaco, un relato de ciencia ficción, un poema erótico), desafían las convenciones impuestas a cada una de ellas. A la manera de un micelio, conforman juntas una red de significados que se extienden y filtran entre sí. De este modo se retroalimentan y disipan sus fronteras para ampliar el universo mismo de la literatura.
Las explicaciones sobran, pues como única respuesta Cristina Rivera Garza, como la Agripina de Juan Rulfo en Luvina, se alza de hombros para dejar que miremos por nosotros mismos el mundo en el que hemos desembarcado.