Voz mestiza, voz que liga pasado y presente en las visiones del amor, su aliento que también es dolor y pérdida, voz champurria que canta en la negra noche del sur, tañendo cada poema sobre el agua, voz que dicta la escritura de una de las poetas chilenas más originales de su generación, cuyos textos han sido recogidos en antologías dentro y fuera del país y que la llevaron en 2016 a tomar un avión para leer en París. En La hija de la lavandera, Yeny Díaz Wentén (Los Ángeles, 1983) escribe una vez más su estilo, un estilo en el que se entrelazan el lirismo con el habla cotidiana, la lengua popular con la poesía tradicional, lo indígena y lo cristiano, el animismo y el hallazgo de una expresión trascendente. Como en sus anteriores libros, Exhumaciones (2010) y Animitas (2015), la autora realiza en estas páginas una interpretación de las tradiciones excluidas por el poder, interrogando a la modernidad con una mirada reflexiva y actual, preguntando si lo rural es anterior a la ciudad o si esos paisajes físicos y mentales funcionan en verdad como exclusiones de un discurso que no es literario sino político: el afán occidentalizador, contra el que se rebela la poesía de Yeny Díaz Wentén.