No se trata solo de abandonar las grandes palabras y sus ilusiones significativas (Revolución, Historia, Humanismo), siempre se ha tratado de otra cosa: pensar en movimientos imprevistos, entre diversos dispositivos, teóricos y prácticos, trazando diagonales, operando desplazamientos, cambios de terreno, redefiniciones de problemáticas, etcétera. En fin, no cesamos de practicar eso que se ha dado en llamar filosofía, sin quedar obnubilados por su historia, reanudando la problemática (des) relación entre las palabras y las cosas. Más que de un "amor por la sabiduría", según se desprende de la definición literal, hablamos de un "cuidado por las verdades", genéricas e infinitas, que se despliegan, muchas veces, anónimamente en los campos del arte, la ciencia, la política o el amor. La composibilidad de las verdades solo puede resultar de una apuesta singular de anudamiento, incesantemente recomenzado y vuelto a jugar ante cada acontecimiento. En este caso, se trata de anudar populismo, feminismo y psicoanálisis, desde sus puntos impensados, y exponer así la razón de los afectos.