No es aún la crisis de los 40 porque cumple 38, pero sí es el momento adecuado para hacer balance y el de Dean Davenport no parece positivo: la vida no ha sido como soñó. Sobre todo en lo personal. Su grupo de amigos, ya emparejados, no es lugar acogedor para un sol-tero, entre ellos se siente cada día más solo, y empieza a preguntarse si logrará encontrar la felicidad que tanto buscó. La verdad es que alberga pocas esperanzas? Y cuando está a punto de abandonar la búsqueda del príncipe azul, aparece Tony Finelli, quien podría, ¿por qué no?, ser el hombre de sus sueños. Dean lo cree, sus amigos también. Y lo desean tanto que se alían todos, al menos todos los que no quieren acostarse con él, hasta crear una atmósfera irrespirable que, lejos de mejorar las cosas, no hace sino empeorarlas. La presión es insufrible, y en nada ayudan el estrés laboral y el dolor que le causa la grave enfermedad de su mejor amigo. Definitivamente, la suya es una vida plagada de inseguridades que ahora le pasa factura. Dean está en la encrucijada. Debe decidir qué quiere y calibrar si tiene fuerzas para conseguirlo. Porque tal vez, sólo tal vez, el amor de su vida acabe rompiendo su corazón.