Una promesa recurrente de los Estados de bienestar modernos ha sido la progresiva mejora en las condiciones de vida y el acceso a la educación, la salud, el empleo, la vivienda y la cultura, entre otros, para todas las personas que integran la sociedad. En ese camino la adhesión a distintos convenios y tratados internacionales de derechos humanos ayudaron a rediseñar los planos de un complejo sistema de políticas sociales dirigido, en principio, a eliminar la marginación y exclusión de las personas en situación de pobreza. este andamiaje inicial, con todo, vacila frente a sociedades altamente desiguales como la mexicana, en la que las políticas sociales las más de las veces son consideradas más un emplasto que un pilar de las instituciones a cargo.