Tres planos distintos pero complementarios conforman el entramado de la recuperación que la autora hace de la compleja relación hispanomexicana en el siglo xix. El primero está formado por la visión española de México y de su sociedad, determinada por conceptos tales como civilización hispana, raza latina e indígenas. El segundo se centra en las vivencias, ideas y sentimientos que abrigaron los españoles y mexicanos en los momentos en que intereses opuestos los enfrentaron en las plantaciones e ingenios cañeros del centro de México o en el infame tráfico de indios mayas de Yucatán a Cuba. El tercero lo constituyen las relaciones diplomáticas entre ambas naciones, dominadas por los desacuerdos y las amenazas, donde la acción del estado español se vio acicateada por razones ideológicas reafirmar y preservar el legado de la civilización hispana en América y la de México por el imperativo de la soberanía.