El manifiesto de las especies de compañía no es una proclama vacía a favor de los animales que acompañan al ser humano en su devenir histórico; al contrario, es una llamada a la reflexión sobre las especies que conviven juntas en las naturoculturas, y una declaración de amor, respeto y confianza hacia los perros en particular.
Quien ha convivido con un animal está en posesión de infinidad de relatos que alimentan no sólo una particular forma de relación con él, sino también toda una mitología que en ocasiones puede ser perjudicial para ambas especies. Pero quizá el hecho más relevante y desconocido es que un animal de compañía y su dueño son herederos de una larga serie de relatos preexistentes y que encarnan en su propia piel la historia conjunta de ambas especies, la biología, el postcolonialismo, los discursos queer y todo aquello que acontece en la naturocultura.
Precisamente analizando este tipo de relatos, y con el estilo irónico que caracteriza a Donna Haraway, la autora se propone indagar en lo que significa ser especies de compañía, cómo es posible la convivencia entre seres que divergen en su biología y en su cultura, y cómo todo ello crea una historia conjunta imposible de obviar. Las especies de compañía son, por tanto, co-constitutivas, se hacen la una a la otra con toda su historicidad y su especificidad, teniendo como meta última convertirse en alteridades significativas para el otro.