El delirio de Marosa no titibuea para
volverse un discurso y exploración
nada tímida a la propia genealogía:
la madre, la abuela, los bosques
natales, las flores y los animales
salvajes de la infancia; el amante,
los deseos que son también
presencias de quienes dar cuenta.
Poesía que encuentra un lugar vivo
en la prosa. Pero, ¿y qué sabemos
de Marosa, de la uruguaya vestida
de negro? Es un todo alucinatorio,
incluso su manera de nacer,
cuando nació, apareció el lobo. Era
un domingo al mediodía, a las
once y media, luz brillante, y la
madre vio a través del vidrio, el
hocico picudo, y en la pelambre, las
espinas de escarcha, y clamoreó;
mas, le dieron una pócima que la
adormecía alegremente.