«Uno no sabe si reír o llorar ante la expectativa de que el 15M celebre su décimo aniversario en este periodo coronavírico, en el cual las calles están yermas y los espacios públicos abandonados. La facilidad y a la vez dificultad de escribir sobre el 15M radica en que es el primer movimiento social masivamente asambleario que ha tenido nuestro país desde que existe la Web 2.0. El libro que yo quisiera leer sobre los quincemeros debería entresacar las perlas filosóficas de ese océano de datos, unificando en un relato coherente y poético la información que hoy está dispersa y olvidada en cientos de páginas wiki con enlaces rotos. Pero este no es ese libro Ninguna obra puede agotar el tema de los indignados, igual que ninguna voz puede monopolizar una asamblea. Tiene que ser el conjunto de obras y voces lo que recomponga el rostro proteico y contradictorio del 15M. Eso solo será posible si cada uno habla desde su 15M personal, desde ese diosecillo familiar al que adora o maldice desde hace diez años, sin pretender arrogarse la Verdad con mayúscula sobre los quincemeros, pero también sin guardarse nada en el tintero. Por esa razón me he aventurado a escribir estos recuerdos en estrictísima primera persona confesional. Escrito de memoria, revolviendo lo personal con lo colectivo, saboteando mi propia reputación, ganándome el desprecio tanto de los amigos como de los enemigos del 15M, mosqueando a quienes aparecen con su nombre y apellido, este no es el libro que querría leer, sino el que puedo y debo escribir: una crónica íntima del año en que más salí a la calle, escrita desde el año en que menos me han dejado hacerlo».