Morir de tiricia y carcelazo nos habla de gente perdida y de sus pérdidas. De personajes que siempre están afuera, a mitad de camino de todas partes, conscientes de que lo único que les queda es aquello que les fue arrebatado. (Sobre) Viven en la eterna despedida de eso que nunca va a terminar de dejarlos, por mucho que ellos quieran. Arvizu le pone nombres a las tragedias, las identifica para que no terminen en una fosa común, junto con sus dueños. Para que en el acto de nombrar podamos entender, comprender, rescatar y ser rescatados. Encuentra en la palabra un hogar donde estar cuando ya no se tiene uno. Nicolás Ferrraro Desde Mujeres que matan y Las celdas rosas, Sylvia Arvizu ha mostrado que su escritura no ha requerido de la ficción. Su vida no sólo la ha dotado de poderosas anécdotas, sino que la puso entre decenas de historias que ella ha sabido compartir con talento y sensibilidad mediante un sinnúmero de formas narrativas. Pulirlas y afilarlas la ha llevado a ganar de nuevo el Concurso Libro Sonorense en el género de crónica, al contarnos cuando la vida volvió a proveerla de anécdotas paradójicas, como el momento histórico en el que recibe su liberación, el inicio de la pandemia por Covid-19: «He suplicado durante catorce años salir del encierro y ahora que por fin salgo todo el mundo se encierra». Clasificación igual que las Celdas