Desde el espacio de la contemplación, una voz se escucha a través de un eco remachado. El golpeteo constante del mazo contra el yunque acompaña esa voz ¡tan, tan, tan, tan
! A pesar de sus largas travesías, una de las ondas electromagnéticas del eco comienza y termina en el mismo lugar: el cese al fuego y la suspensión abrupta de cualquier acción de amor. La superioridad de la abstracción le permite a esa voz susurrar, contar y gritar una realidad que se bifurca entre la erotización del mundo y el antropomorfismo de los cuerpos. Mediante un acto purificador y gracias a la enunciación de las experiencias micro-políticas, Guadalupe Lezama desenmascara con su poemario No vendrá el armisticio una esfera material, imaginaria y cruel, es la esfera patriarcal y capitalista. Así, desde los hondos recovecos del cuerpo y con los diferentes ultrajes de la existencia, la autora esparce un conjunto de voces que manifiestan, mediante la tecnología de la palabra, las incontables vivencias femíneas, sometidas a lo largo de la vida. Ante tales tropelías, el verso y los silencios son el arma principal, pues se declara constantemente para reconocer y poder recrear. Queda claro que los lugares poéticos y las cosas que ocurren en ellos buscan llegar, en un horizonte purpúreo, a una habitantelectora cuyas vivencias se identifiquen con las fotografías cotidianas de la compleja realidad mujeril, retratadas en cada golpeteo
El plato fuerte del poemario es una invitación a la gentrificación y a pensar en el poliamor. En este punto los poemas micro fragmentos políticos denuncian la hipocresía de los aliades y la red que existe entre ellos y para ellos. Es una vejez inmovible, producto de individualidades egos petrificados. Un abandono en compañía, una familia no familia. En un manifiesto del dolor feminista se desvelan las redes del patriarcado y se llora la injusticia de la tierra.
D - E S A P A R E C I D A S se lee en un cartel, aquí y allá y mientras el silencio masivo reafirma la impunidad y el dolor de cada madre. Los sueños anárquicos se pierden en recuerdos de resistencias pasadas: una noche en la cárcel es una lucha casi ganada. Es una carroña interminable el alimento en la nefasta máquina capital, cebos y anzuelos, todos en un mismo baile melancólico, Anzuelo bailarín marca el paso: qué triste transfiguración del grito esplendoroso de aquel Pérez Prado.
Extracto de Introducción de Nan Mixtemi