Este trabajo tiene por objeto rastrear en la historia los elementos que definieron las culturas penales. (
) Se centra en el estudio histórico de la conformación de las categorías del enjuiciamiento penal y, esencialmente, su vinculación con los propios caracteres, objetivos y justificaciones políticas del derecho penal y del castigo. De modo tal, que las conocidas categorías de inquisitivo y acusatorio no refieren solo a sistemas de enjuiciamiento, sino que corresponden en su origen a dos formas diferentes de comprender el castigo y ejercer el poder. Se determinan, pues, los elementos definitorios de lo que podemos llamar culturas: la cultura de la autoridad y la cultura de la igualdad; la de lo público y la de lo privado, la del poder concentrado y la del poder difuso. No es necesario resaltar la relación entre el poder y el sistema penal. Desde ya que este trabajo no pretende sino iniciar una discusión acerca del modo en que las tradiciones han forjado nuestra cultura en materia penal y, quizás, advertir el origen histórico de nuestros enfoques acerca del delito, la pena, la verdad y el proceso penal. En resumen, se parte de la hipótesis de que bajo los nombres de adversarial e inquisitivo se esconden culturas penales diferentes, que reconocen diferentes raíces históricas; judeo-cristiana una, pagana la otra.