En una casa de Culiacán Sinaloa, México, todos los sábados la familia se reunía, y cuando el atardecer del pacífico mexicano empezaba a esclarecer, las tías sacaban todas las sillas al patio y daban por inaugurada la parte del día de hablar de sufrimientos y enfermedades: ¡ay dolor, ya me volviste a dar!, entonaban todas juntas, seguido de una carcajada estruendosa.
Poemas al dolor, es un poemario que pone en manifiesto un sentimiento y sensación poco querida por las personas y que sin embargo, es leal y nos caracteriza como seres humanos y humanas. En nosotras las mujeres, el dolor siempre nos ha constituido como una constante. ¿Ser mujer es sinónimo de venir a este mundo a sufrir dolor?
Este poemario, es una manifestación contra la idea de que venimos a la vida a quejarnos del dolor y a sobrevivir de él. Como lo expone la autora al recordar que en una casita del norte de México, todas las tías de la familia se reunían cada sábado para gritar con decoro: ¡ay dolor, ya me volviste a dar!, el dolor se debe sentir y procesar para luego soltar.