«Gabriel me llevaba a fiestas con famosos donde tomábamos champagne y no comíamos nada. Esa tarde me dijo: Ponte guapa que vamos a un evento. Pero yo fui como siempre, es decir con mi vestido mágico. Me dijo: No tenemos invitación.
Pero igual vamos a los Fashion Awards, que son algo así como los Oscar de la moda. Nos maquillamos fuerte, nos ponemos sombreros, anteojos negros y pieles. Parecemos Maradona en esa famosa foto, cuando se bajó del avión con el tapado blanco. Nos sentíamos hermosos, así que nos metimos en la alfombra roja, rodeados de fotógrafos. Éramos como dos celebrities. Entonces lo vemos a Miguel Androver y lo abrazamos como viejos amigos, entramos como los dueños del premio.
Gabriel hablando con todos y yo tratando de tomarme todo el champagne. Es que mi mentalidad de argentina no me abandona: cuando hay algo gratis, no puedo parar. Nos reímos y saludamos a famosos. Nos abrazamos con Lagerfeld. Saludamos a Calvin Klein, a quien yo le comento qué bella es esta mujer que está a mi lado, y él me dice: Claro, es Naomi Campbell.
Nos sentamos en el escenario al lado de Karl y pensamos que nos merecemos todos los premios. Somos los dueños del mundo mientras nos dure el champagne. Después vuelvo a Brooklyn, a mi departamento de pobre en subte, pensando en lo absurdo de la vida».