La mayor parte de los textos en este libro cuyo título no sólo es un disparate (el feminismo no existe en el mundo antiguo y punto...), sino una provocación (pero sin el estudio de obras como Medea de Eurípides no podría haber arribado a las conclusiones y desarrollos posteriores, por ejemplo, para realizar las críticas al mundo moderno contemporáneo que en la actualidad me encuentran) tal vez no correspondan a mis marcos teóricos, mis paradigmas epistémicos, mis formas de pensar y vivir actuales, no obstante, gracias al conocimiento de la literatura clásica, se me hizo palpable la contingencia del mundo y la historia, donde el fin del heterocapitalismo no sólo es posible, sino ineluctable.
Ni la literatura latina ni la griega les pertenecen a las rancias elites en cuyas manos se encuentran hoy. El latín y el griego son para todo el mundo, detrás de las historias no enseñadas en los claustros académicos, se encuentran tanto las mujeres escitas como una relectura insoslayable de figuras como Cassandra, Antígona, Andrómaca o Penélope que nos permite entender que tal vez no todo tiempo pasado fue mejor, pero que la creencia de que hoy estamos mejor que antes es una mentira que se sostiene en los mitos de la modernidad (avance, ciencia, progreso, capitalismo) para perpetuar el exterminio lato sensu.