Para las mujeres, en un país como México, la expectativa de vivir en riesgo es constante. En sus casas, en las calles, en el transporte público o en el trabajo, en cualquier lugar y momento, siempre existe la posibilidad de ser violentadas. Si bien conocemos historias de extrema violencia en los medios de comunicación y el tema ha adquirido cierta visibilidad, también existen muchas historias de violencia cotidiana que se quedan guardadas en la privacidad de los hogares. Ya sea por miedo, por vergüenza o por creer que es natural, la realidad es que muchas mujeres no saben que son víctimas y es complejo el camino para enfrentar la situación y a sus agresores. Alejandra del Castillo y Moisés Castillo han dedicado ya dos libros anteriores, Amar a madrazos y Los Nadie, a narrar esta clase de historias, pero el aumento en los casos de violencia contra las mujeres y la brutalidad con que se cometen los han llevado a dedicar Siempre estuve en riesgo a estas violencias en particular. Su intención es la de presentar y visibilizar historias que de otra forma no se conocerían, pero que muchos y muchas jóvenes han vivido en carne propia, y en última instancia, a poder reconocer la violencia y nombrarla, además de proporcionar herramientas para atenderla.