«La artista Roberta Marrero alza en su primer poemario un yo poético que participa de la corrupción del mundo y advierte, como advierte toda voz transfronteriza, que en ese mismo mundo existe una brecha, una herida por donde caen y se precipitan las palabras no dichas, no contempladas, no escritas.
»La voz de Roberta Marrero es el fetiche que se reapropia de sí mismo, es la ficción que se reescribe y dice yo soy la luz del mundo. Poderosa como La Machi, travesti bruja del universo de Camila Sosa Villada, que alza el puño, detiene el tiempo y extiende el conjuro para recuperar todo aquello que les ha sido arrebatado a las desclasadas, la voz de la poeta emerge de entre lo oculto. Los versos de Roberta Marrero, cargados simbólicamente de travestismo sacrosanto, sucio, popular y pagano, se despliegan como una cartografía descarnada donde habla la puta y su coño sagrado, la proletaria del amor y la gata bajo la lluvia.
»La voz de la poeta no reclama un lugar, no señala un error, no lamenta una herida. Su voz es el lugar, es el error, es la herida. La voz de la poeta no escribe en la jaula reservada para su cuerpo, su voz es la jaula, abierta, oxidada. La voz de la poeta no anhela un horizonte utópico, no es la nostalgia del futuro, es la utopía, es la esperanza y el fuego».