Como etapa abierta y designación de nuestro presente, la Transmodernidad intenta recoger en su mismo concepto la herencia de los retos abiertos de la Modernidad tras la quiebra del proyecto ilustrado. No renunciar hoy a la teoría, a la historia, a la justicia social y a la autonomía del sujeto, asumiendo las críticas postmodernas, significa delimitar un horizonte posible de reflexión que escape del nihilismo, sin comprometerse con proyectos caducos, pero sin olvidarlos. La Transmodernidad es el paradigma para pensar el nuevo gran relato de la globalización, para adentrarse en esta contemporaneidad penetrada por todas las tendencias, los recuerdos, las posibilidades, trascendente y aparencial a la vez, voluntariamente sincrética en su <>. La Transmodernidad es lo postmoderno sin su inocente rupturismo, apuesta conceptual y estética para no concluir en el bárbaro asilvestramiento cibernético o mass-mediático, es proponer los valores como freno o como fábulas, fingido andamiaje frente a la atracción turbadora del vacío.