"Colecciono aquí varios cuentos. Su escritura responde a una histeria dosificada, escrita a cuenta gotas, demorada a lo largo de los años. Reunidos, quizá puedan leerse de manera diferente." Así presenta Margo Glantz esta sucesión de relatos que narran momentos de la vida de Nora García, su ZONA DE DERRUMBE. Con "palabras que chillan como putas" Glantz escande la vida cotidiana de una mujer "cuya máxima ambición fue caminar el camino de la vida con zapatos de diseñador". En ellos Nora se somete a una mastografía y con ella a la cordialidad gélida de las enfermeras; o experimenta en carne propia y en carne de sus perros fatalmente condenados a ser robados, morir en accidentes o desaparecer la certeza popular que afirma que "la vida es cabrona"; o se preocupa al notar no sin asco que desde hace apenas unas semanas babea, saliva, se le sale la saliva por las comisuras de la boca, no ya como a una vieja, pero tampoco como un bebé; o entona al ritmo del propio el amor frustrado de sus perros chows, mientras desatiende una conversación filosófica en perfecto inglés acerca los "distintos métodos para descubrir el sexo (gender) de los gallos, de las gallinas". Me gusta Hogarth pero más aún Stanley Spencer, dice Nora García, esta mujer mejicana que sin embargo escribe en Londres sobre pintores ingleses. Le gustan, dice ya en la puerta del pub, porque ambos cuentan cosas de la vida cotidiana. Y es con el filo de una prosa que bien podría haber salido de esos cuadros, así, a caballo entre la novela de costumbres y la sátira, con la misma libertad y con igual maestría para nuestra felicidad de lectores que se escriben estos relatos.