«Lo que el proletariado necesita es un sistema educativo abierto a todos. Un sistema en el que se permita al niño desarrollarse y madurar, y adquirir aquellos rasgos generales que sirven para desarrollar el carácter. En una palabra, una escuela humanista, tal como la concibieron los antiguos, y más recientemente los hombres del Renacimiento. Una escuela que no hipoteque el futuro del niño, una escuela que no obligue a la voluntad del niño, a su inteligencia y a su conciencia creciente a correr por las vías hacia una estación predeterminada», de esta forma describía Antonio Gramsci la escuela que debía construirse para fomentar la emancipación de las clases trabajadoras, una escuela ilustrada, basada en contenidos, pero con conciencia social.