ARMANDO CASAS / LETICIA FLORES FARFÁN
La avaricia no es un pecado menos ni afecto sólo al avaro como se cree comúnmente. El afán excesivo de atesoramiento, que en múltiples experiencias humanas se acompaña de tacañería, codicia y mezquindad, provoca una merca radical de la empatía humana y un aspecto desmesurado por los objetos y la riqueza, tal y como lo patentiza el capitalismo voraz de nuestros días