Para la filósofa, escritora y poetisa Virginia Moratiel, los poetas son los perfectos compañeros de viaje: sea por el enorme deleite interior que nos ofrecen sus poemas, sea por la peculiar manera como abordan los grandes temas universales o el sentimiento que destilan ante las encrucijadas del camino. En medio de ese constante deambular, quién puede resistirse a dejarse poseer por la belleza, quién no desea volverse inmortal gracias al canto de un poeta. Así, Moratiel nos ofrece una personal cartografía poética, jalonada por la vida y la obra de tantos artistas fascinantesde Safo y Emily Dickinson a Wislawa Szymborska y Alejandra Pizarnik; de Matsuo Bashoy Giacomo Leopardi a Rainer Maria Rilke y Paul Celan, seres atractivos y enigmáticos, que en pleno dolor son capaces de abrazarse con denuedo a la belleza, consolarnos e infundirnos ganas de seguir viviendo.El viaje debería ser privilegio de almas valientes, ansiosas de saber, amantes del riesgo y la sorpresa. Como metáfora de la vida, es un peregrinaje solitario, donde el viajero se siente extranjero a cada paso, transitando por un itinerario siempre inédito, lleno de aventuras y desafíos que sirven de ocasión para el conocimiento de sí. El periplo entero consiste en la búsqueda de la propia identidad,