Virno anuncia su propósito desde el comienzo: el bosquejo de categorías políticas a la altura de un modo de producción que posee su centro en la facultad del lenguaje. El lenguaje como actividad sin obra y sin guión, como acto virtuoso de un artista hablante, nos empuja a la vera de una capacidad aún indeterminada pero específica de la naturaleza humana: aquella que confirma la convivencia entre animal con lenguaje y animal político.
A partir de allí los conceptos emergen con sorprendente creatividad. De un lado, la noción religiosa de revelación habita un pensamiento en clave materialista de la relación entre ontología y ética. Por otra parte, la clásica categoría de reificación adquiere una novedosa valoración en tanto antídoto contra la alienación y el fetichismo. En diálogo con Gilbert Simondon el autor desarrolla la idea de transindividualidad, para pensar en relaciones interhumanas capaces de actualizar las potencias de la naturaleza preindividual, y por lo tanto irreductibles a individualidades ya constituidas. En uno de los tramos decisivos del libro, Virno se vale de un viejo debate entre Noam Chomsky y Michel Foucault para extraer su propio concepto de historia natural, quizá la piedra angular de su proyecto teórico y militante: el despliegue de un materialismo no claudicante ni irrisorio.