Los cien fragmentos de los que se compone este breve y poderoso diario son aproximaciones a la experiencia del dolor que María Luisa Puga narra a partir de su lucha personal contra la artritis reumatoide. Aquí, el cuerpo vulnerable recurre a la escritura y convierte al propio Dolor en personaje y destinatario, a fin de restablecer el vínculo con el yo, que el sufrimiento tiende a desgarrar. La autora se desnuda de todo artificio literario para confrontar a su dolor desde la experiencia corporal más íntima, en toda su aterradora cotidianidad, y lo hace con el arrojo de quien confía por completo en el lenguaje. Sin embargo, como refiere en su prólogo Brenda Navarro, este Diario del dolor "no es solo un diario sobre cuerpo y escritura, sino un testimonio de un curso de vida que probablemente pudo ser distinto si la salud pública no diera por hecho que puede decidir el destino de los enfermos, [...] y escuchara y tuviera la voluntad de entender el proceso vital por el que todas pasaremos".