Esta Filosofía de la Historia (1765) constituye una de las tentativas volterianas de leer la historia a través del prisma de la Ilustración, de la Razón crítica. Se trata de un texto que examina la formación de las primeras sociedades, la construcción de los primeros lenguajes y sistemas políticos, las «leyes naturales que rigen la conducta del hombre» y, sobre todo, el desarrollo y consolidación de religiones y supersticiones, en un trabajo que pone en marcha toda la erudición y la ironía volterianas en servicio de una revisión crítica de las «fábulas» aceptadas como verdades incuestionables. Un texto que, además, da cuenta del estado de la cuestión histórica entre los pensadores más avanzados del Siglo de las Luces: el estado de la disciplina en el momento en que empieza a fraguarse aquello que sería llamado, muchos años después, la «historia social», la «historia de las mentalidades». Todo ello en una obra que resulta, por otra parte, un furibundo ataque contra las bases del dogmatismo cristiano.