En las últimas dos décadas, la idea de que se podía juzgar y condenar a los líderes nacionales, que habían cometido asesinatos masivos, torturas y genocidio, se ha desplazado desde ser inconcebible hasta su plena aceptación. Kathryn Sikkink muestra cómo se ha realizado este asombroso cambio y el impacto producido, en un libro que combina el rigor académico con valientes historias personales que atrapan.