Sumergirse en sí mismo hasta incendiarse podría ser el mandato íntimo de La habitación higiénica. Quizá no exista otro cimiento para salir de la soledad. Internándose en el desajuste que nos constituye, Mercedes Luna Fuentes acaricia un tiempo incierto, mientras sus manos deliran una salida en los paisajes del dolor y la ternura, el duelo y el amor, el nacimiento y la muerte. Como una ventana recién abierta, los deseos se amotinan alumbrando la promesa de un brillo entrevisto.
Arturo Borra