En Para esta mañana diáfana podría pensarse desde la inmensidad de la melancolía que lo va ocupando todo: la prosa cuidada, casi contenida, que va manteniendo un ritmo constante que es, a la vez, despreocupado y tenso; el recuerdo como escrutador de la acción presente. La voz narrativa se embelesa en el repaso cauteloso de los acontecimientos; los ambientes son decadentes, entendiendo el concepto desde esa visión lánguida, brumosa y elegantemente triste: playas desoladas, calles vacías de ciudades anónimas, casas habitadas por décadas de recuerdos.