La condición actual es la de estar en la mira de algo. Ver y ser visto. El ejemplo ejemplar de esta
condición no parece ser otro que el teléfono portátil. Mirar, chequear, revisar, estar conectados. Mirar
constantemente el teléfono no porque haya entrado alguna llamada sino porque, con seguridad, hay ahí
una imagen que espera por mi mirada. Una promesa que mejor se deja describir en el inconfeso deseo
de verlo todo. Sin más, y a propia voluntad, nos dejamos seducir por la promesa de la conectividad. Sin
duda, el capitalismo neoliberal atrapa miradas y por ello es pornográfico, sabe bien de suplantaciones
e incorporaciones. No abandona la utopía, sino que en su mismo trayecto y movimiento temporal se
instala en ella en nombre de un mundo venidero que se puede realizar, sin embargo, siempre ya ahora.
No hay espera, tampoco pasado que recordar, solo la rapidez de un presente absoluto que se organiza
cíclicamente por hitos de la economía de mercado que trazan la agenda y el consumo de la esfera global
pública. La imagen está en el centro de la economía política, no podemos no contar con ella. La imagen
activa y anestesia. Por ello, quizás, el mejor modo de nombrarla sea como Adicta imagen.