A Tedi López Mills le fue dado remontar varios ríos, que son uno, en este ejercicio caudaloso llamado Contracorriente. Pero vale más hablar de agua: agua recordada, agua inventada, agua literaria, agua clara y revuelta. Agua quebrada por el braceo de una poesía tenaz, tensa en su poder significante y suelta en sus ondulaciones. Apoyada en el desarrollo del alfabeto, cada una de cuyas letras (que a su manera son personajes) detona al poema y lo concatena con el siguiente, la voz que habla en este libro propone el agua como una devoción y un espejo: de tanto invocarla, lo que el agua le devuelve es un reflejo en partículas, pedazos de vida. Y entre ambas la voz que invoca y el agua que devuelve se interpone la figura crucial del hermano, coordenada moral y destinatario de esta oscilante letanía. No hay que olvidar que se va contra- corriente: el libro no es apto para quien gusta nadar de muertito; quien quiera ganarse la complicidad de sus páginas deberá, también, aventurarse y quebrar las aguas del facilismo lírico. Sin mayores aspavientos y con notable constancia, Tedi López Mills ha ido levantando una obra poética sin concesiones, fiel al rigor de su voltaje intelectual y al mismo tiempo arriesgada, exploradora. Su voz destaca por su independencia y seguridad, porque el único rasero contra el que se mide es el impuesto por ella misma. Contracorriente ha subido, nuevamente, la medida.