Estas hebras, endechitas como le gusta decir a su autora camuflada en la página dedicada a cuestiones legales de este libro- pueden leerse como un comprometido y cuidadoso combate cuerpo a cuerpo- con la transparencia del mundo y la sentencia del lenguaje. La elección de pararse en lo imperceptible, todo por escuchar la música/ que hace la médula/ un instante antes de ponerse a temblar, es sostenida con la conciencia de quien conoce, al mismo tiempo, la inutilidad de los esfuerzos y la grandeza de lo imperceptible tantas las alas que tiembla el aire. Un cuerpo que es poro y cuerda vibrátil, un cuerpo que lalea en el interior del lenguaje y descubre su potencia, es un cuerpo que danza. La danza formulada por la poeta es muchas veces un koan zen que desarma las referencias conocidas, hace preguntas ahí donde se esperan respuestas.