Me gustaría que fuéramos capaces de elaborar
pensamiento crítico con el corazón y los pies metidos
en los quilombos/caracoles/comunidades/cabildos
y no tan dependiente del pensamiento eurocéntrico.
Ahí encontramos una poderosa tradición rebelde, no
codificada en libros y tesis de doctorado, pero muy
fecunda si somos capaces no solo de pensarla con la
cabeza sino sentirla con el cuerpo, dejarnos permear
por la rabia que emana de esas resistencias