Un cuerpo colmado de agua salada, que se ahoga en los recuerdos de un pasado que ha decidido olvidar, pero que vuelve una y otra vez como las olas del mar. Manya Loría plasma en su dramaturgia la experiencia psicológica de un cuerpo marcado por el trauma, creando un mundo onírico en el que los gatitos, una canción siniestra y las cualidades del agua, se mezclan con la voz de sus protagonistas que son una y tres a la vez. Ni una palabra es una obra escrita desde el cuidado y la madurez de su autora, las palabras no sobran y en cambio son las justas para encerrar un mundo que se desborda.