En Resentida, Esther Pineda recorre en clave de protesta poética las diferentes aristas de la opresión que configura los vínculos humanos. Sus versos no son esperanzadores ni su intención bondadosa. Enjuicia y señala sin tapujos ni eufemismos, conjuga ferozmente la belleza de las palabras para invocar la denuncia.
Comprende perfectamente que el mundo no está hecho de buenas intenciones, sino más bien todo lo contrario, y que hace falta encontrar formas astutas de alzar la voz entre tanto ruido. La poesía es un grito que suena como una música.
Minimizaste mi existencia, comerciaste con mi cuerpo, me negaste el amor, denuncia Esther, haciendo de la rima una aliada en su lucha. Disculpa si no te agradezco tanta civilización, ironiza, con más ánimo de roer la rabia que robar sonrisas. Nada en su trabajo pareciera plausible para quienes con complicidad han visto al Poder adueñarse de la Historia del mundo y de los cuerpos. En todo caso, será Resentida una celebración iracunda para humanidades de herencias arrebatadas. La poesía, a veces, es una fiesta donde todos lloran.
Juan Solá, en el prólogo
En Venezuela
no me creen venezolana,
en América Latina
no me creen latinoamericana,
me hablan en otros idiomas
me preguntan
si soy africana,
pero todavía hay quien le ofende
cuando digo
que soy afroamericana.